Relato: La Banda de La Trini – Acto Final

La Banda de la Trini

Acto Final – Cometieron dos erores

«Bueno tron, dame esas balas. Muy bien, gratitud. ¿Dónde vas? Siéntate por favor, no te he dicho el nombre de La Trini y no te he hablado de todos los integrantes de su banda… no te he hablado de mí. Quizás es lo primero que tenías que haberme preguntado. No hace falta que me pagues, esta historia te la regalo yo.

Te hace gracia, ya veo. Sí, ahora soy un viejo borracho que no se tiene en pie, que es capaz de vender a sus amigos por unas balas y unas botellas de licor barato. Pero antes no era así, sabes que me llaman Jürgen «El Viejo Saca Facas» porque era un maestro de los cuchillos, podía clavarte uno en el cuello a 30 pies antes de que sacases tu pipa siquiera. Era capaz de desollarte de los pies a la cabeza antes de que te desmayases, bueno, si alguna vez estuviese sobrio aún podría hacerlo, pero nadie normal aguantaría sobrio 4 botellas de licor ¿verdad?. Aunque ahora ni siquiera soy un curtido, soy un simple pandillero. No me quejo, me respetan y todo eso, pero la edad no perdona y no estoy en las mismas condiciones físicas que antes.

Hace más de 40 inviernos me ocurrió una anécdota que de seguro… no te dejará indiferente. ¿Ves esta cicatriz en el costado? Es la mayor que tengo en todo el cuerpo, y no me la hizo una bestia del pozo, o un gladiador de Sinagua, ni siquiera una bala apañada de un chatarrero, que de esas tengo unas cuantas, no, me la hizo una mala decisión, me perforó el hígado, estaba muerto. Me lo merecía, no podía quejarme, había tenido una buena vida junto a una buena mujer.

Ella se llamaba Carmen, era una preciosidad, tan bonita como frágil. Vivíamos en una pequeña chabola con 3 paredes de adobe, éramos la envidia de todo el barrio de La Viga. A mi me daba un poco igual, pero ella quería tener hijos, era la ilusión de su vida, pero no podía quedarse preñada. Lo intentamos todo, pero no había manera. Una maldita vieja le comió el coco con una historia, decía que en el Santuario de la Vigía había unos monjes que podían ayudarla con su problema, pero que costaba una verdadera pasta. Ella se obsesionó con el tema. Empezamos a buscar dinero hasta debajo de las piedras. Vendimos la casa y nos mudamos a una más pequeña y ruinosa. Empeñamos todo lo que teníamos, pero no era suficiente.Yo era el segundo de la banda de «El Pichabrava», el tío tenía diecitres hijos de siete mujeres distintas, y las mantenía a todas en su cortijo. No era mal jefe, no se merecía lo que le hice. Teníamos el control de casi todo el mercado de té de Puentechatarra. Un tipo como tú se enteró de que necesitaba cartuchos, así que se puso en contacto conmigo. Me prometió una cantidad inmoral de balas a cambio de que le entregara la cabeza de El Pichabrava. Al principio lo mandé al carajo, pero cuando volvía a casa y me encontraba a Carmen llorando en aquella mierda de chabola, se me salían los demonios. Al final acepté, y lo organizamos para tender una trampa a mi jefe, mi amigo.

Le tendimos una trampa y se lo cargaron. Yo cobré mi dinero sucio y nos fuimos con la vieja al Santuario de la Vigía en busca de un remedio que no existía, o quizás sí, pero no llegamos a descubrirlo. Llegando a las colinas nos tendieron una emboscada, eran los secuaces de aquella puta vieja. Mataron a Carmen y a mi me dieron por muerto, porque tenía este enorme tajo en el costado que sangraba oscuro.

Desgraciadamente, unos monjes del santuario me curaron no sé como, y me cosieron el hígado perforado con unos potingues raros y con cánticos y rezos que no parecían de este mundo. Yo no creo en esas cosas, pero la verdad es que no sé que carajo me hicieron en el hígado, que desde entonces puedo beber lo que me de la gana… ¡sin emborracharme!. ¡Siéntate, o te atravieso el cuello! Aún no he acabado mi historia, no seas descortés.

Cuando volví a casa, me encontré con que los cabrones que me contrataron no se dieron por satisfechos con acabar con El Pichabrava, sino que se habían cargado a toda su familia, sus hijos y mujeres. Estaba todo hecho cenizas, pero entre las cenizas, había una niña pequeña llorando. Pensé en aplastarle la cabeza, pero ya había cumplido mi cupo de maldades y traiciones, y me acordé de Carmen, y decidí cuidarla como si fuese nuestra hija, mi hija. ¿Sabes que nombre le puse? ¡Siiiiiiiií! por tus ojos y tu mirada buscando una salida veo que ya sabes la respuesta: le puse Trinidad del Carmen.

No te servirá pedir ayuda aquí, el barrio de La Viga está con La Trini, te lo dije nada más empezar, pero no escuchas. Tus amigos deben estar todos muertos ya, mi hija con ayuda de todo el barrio se ha encargado de ellos hace 2 botellas de cienfuegos, pero yo le pedí hablar contigo, yo le pedí que me dejara a mi a cualquiera que fuese el capullo que cometiese el error de preguntarme si quería traicionarla. ¿Recuerdas que te dije que si no estuviese borracho podría desollarte sin que te desmallaras? Pues tron, parece que no estoy borracho.»
THE END

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