Relato: Un día cualquiera

El sonido de los perromorfos me despertó. Uno de ellos emitía un chillido estridente que me taladraba el cabolo, como el de unas uñas arañando el metal. Estaba harto de decirle a Luigi que no los dejara entrar en el interior, pero como siempre, nadie me hacía el más mínimo caso. Parece que soy el último pringao.

Hacía algo de frío, pero una semana atrás, mientras me perseguían unos rascarrocas por la zona de Charcavioleta, se me había roto mi única camisa al engancharme en unos matojos. Y no era fácil apañar una de repuesto cuando en lugar de brazos tienes cuatro tentáculos. Y por si fuera poco, ayer alguien me había fangado los pestosos.Mutardo07

Por la puerta apareció el careto reptiliano de Lester, que señaló al exterior mientras me “hablaba”. El sonido que emitía era parecido al de una cabra a la que estuviera sodomizando una bestia del pozo. Y lo sé de primera mano porque a nuestra bestia del pozo le da por esas cosas. Le asentí y sonreí, como hacíamos todos a pesar de que no le entendiéramos un carajo. Pero bueno, él parecía feliz con ello, y la vida era lo suficientemente dura como para chafarle el buen rollo a nadie.

Salir fuera no es que resultara especialmente reconfortante. A primera vista el campamento desde el exterior pudiera parecer una especie de vertedero, pero claro, eso es porque era realmente un vertedero. Un vertedero húmedo y apestoso.
Me crucé con Bif, que me apartó de un empujón sin dignarse siquiera en mirarme. En una primera impresión parecía humano, y puesto que nunca se quitaba una amplia túnica marrón no podría decir cual era realmente su mutación… aunque mi teoría es que era ser tonto del culo.

Avancé entre un par de chamizos para llegar a la choza de nuestro líder. Al contrario que el resto, que estaban hechas con restos, chapas y palos, la suya estaba construida con guano. Mi colega Trevor se lo suministró personalmente… fue una época de estricta dieta a base de fibra.

Como en la mayoría de los grupos de mutardos, al mando teníamos a un cabezón. Por si alguien no lo sabe, son unos tipos enormemente listos, y con poderes psíquicos, aunque en el caso del nuestro, eso no era incompatible con que fuera un auténtico gilipollas. Este hacía honor totalmente a su nombre con un tarro con el doble del tamaño habitual, y un cuerpecillo no mayor que el de un niño de un año. De hecho, para que la cabeza no se le cayera a los lados, tenía que caminar con una especie de soporte con ruedas que se la sujetaba.

Mutardo08Llamé a su puerta un par de veces, para entrar a continuación. Ahí estaba sentado en una especie de pequeño trono. La mayoría de las veces hablar con él me resultaba muy difícil, ya que aguantar la risa me costaba un huevo y me quedaba cara de idiota. Se dirigió a mí.

-Me alegro de que estés aquí, tengo grandes planes para ti.

-Mmm, gracias maestro -uff, mal rollo total, esos planes suelen acabar en dolor o humillación.

-Como sabes, somos los elegidos, el siguiente paso en la evlucción, los llamados a gobernar el planeta.

-Lo sé, maestro -otra vez la chapa esta. Pero si somos una panda de patéticos inadaptados, la escoria en ese montón de mierda que es el Páramo. Y se dice evolución, payaso.

-Y por fin ha llegado nuestra hora. Se dice que el que ha de guiarnos se ha mostrado y está reuniendo a todos los grupos de la zona de Puentechatarra. Debemos comprobar si lo que se dice es cierto, alguien debe ir en su busca.

-¿Y yo soy el elegido, maestro? -parece que tenía la palabra prescindible escita en la frente.
-Así es, tú, estooo…

-Paul, maestro -espero que no se le ocurra.

-No, ese es el nombre que los humanos quieren que tengas, quiero que uses tu verdadero nombre.

-Pero… -no, no, no.

-Adelante, dilo.

-Viscoso -joder, porque me hace decirlo.
-Más alto.

-VISCOSO -di que sí, ridiculizarme un poco más, igual hay alguien en Sinagua que no me ha oído.

-Bien, prepara lo que necesites, mañana viajarás a Los Gemelos.

Asentí y me fui de la choza. Al menos el faltón del cabezón no era de los que leía la mente, porque si no hace tiempo que ya me habrían botado de aquí.

Pero bueno, con suerte alguna bestia asquerosa me zascandará en el viaje por el Páramo y me librará de este asco de vida. Sip, eso suena de vicio.

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